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martes, 3 de agosto de 2010


“Confesiones”


Tuve tiempo de abrir Word sin que nadie me moleste…me conecto como ausente como siempre, minimizo y me pongo a escribir, quizás espero a que alguien me interrumpa o todo lo contrario. Pero si esperara lo contrario…por qué carajo me mostraría on line! Ausente, pero en línea. Hasta ahora nadie me habla…supongo que esta es la noche en la que voy a poder contar mi historia sin que nadie me hable y sin conocerme. Le doy unos minutos más a esos inoportunos que suelen saludarte porque no respetan que estés ausente o porque saben que es tu estado usual; nada pasa, nadie parece dispuesto a intervenir esta vez. Me digo a mi misma que quizás en los próximos segundos, pero no...parece ser que tiene que ser esta noche. Sin más minutos extras es que voy a volver el tiempo a tras. Fue por 1986 que cumplía seis años de vida, mi familia estaba más emocionada por los regalos que iban a darme que por la fecha en sí. Como en navidad: regalos, festejos…y la mayoría de los cristianos no saben ni por qué. Pero bueno, esto no es algo religioso o sí…bueno…según del lado que se mire….mierda!!! No me interrumpen virtualmente, pero entran a la habitación sin golpear antes. Detesto eso…Está bien, quien entró es mi casi marido, pero debería golpear la puerta antes de entrar, aunque sea su casa y también su habitación. En fin, mi cumpleaños; no fue la gran fiesta aunque los regalos fueron bastante caros e inútiles para una niña a esa edad. Uno de mis tíos me regaló un juego didáctico en cuya caja se leía claramente en letra negrita de ocho centímetros de alto “Para niños de uno a tres años”. Otro gran ejemplo de torpeza en los adultos fue haberme obsequiado un set de belleza… ¿Acaso me estaban queriendo decir que a mi edad ya necesitaba maquillaje? Porque el set era para mujeres adultas de una marca renombrada hasta hoy día. Lo cierto fue que en su momento el maquillaje me gustó. Lo usé todo; maquillé muñecas, pinté en hojas con el rush carmesí y los delineadores. Recuerdo haber dibujado un corazón, pero no el que simboliza el amor… cuando digo corazón, me refiero al órgano humano que bombea sangre. Días antes de mi cumpleaños lo había visto en una lamina que mostraba como funcionaba el aparato circulatorio- Fuckkkkkkkk!!! Otra vez me interrumpe el…entra sin tocar y dice: “Murió el rey del pop”…a lo que contesto: “¿Excesos de cirugías?” Se sonríe y se va porque nota que no quito la cara de la pantalla, a pesar de haber frenado el tipeo. Me pongo a tipear lo que acabo de escribir y me vuelve a interrumpir otra vez, y sin tocar, para decirme: “Ferrigno debe estar haciéndole un homenaje”… simulo saber quién es y sonrío también. Se va. Como decía, la lámina que había visto estaba en la librería a la que había ido a comprar papel glasé metalizado…todo el camino tratando de recordar que la señorita quería que piquemos el estúpido dibujo del elefantito con papel metalizado para terminar comprando el común. No recuerdo por qué compré el común, solo recuerdo que recuerdo eso porque a la hora de la corrección de tareas la señorita me dejó una nota que decía: “Lindo trabajito. Recuerda que pedí papel metalizado” y agregó entre paréntesis: “del que brilla”. Como si con seis años no supiese que el metal brilla, al menos el que está pulido. Volviendo al corazón…el dibujo era una replica de la lámina…estaba segura que lo era, pero para cerciorarme más aún de que lo era necesitaba comprar esa lámina. Costaba 50 australes y estábamos a unos días de fin de mes, pero no podía esperar más es así que ese día cometí mi primer delito social.: robé. Mierdaaaaaaaaaa…un tal Juan Pablo que no sé de dónde lo saque me distrae diciendo: “Estas buenisima jessssss”. Y cito así sin acentos ni nada. Le escribo: “Gracias” y noto que en realidad sí había acentos, pero no la coma del vocativo. Tarda en decir algo. Mejor…así sigo. Decía que robé, sí, mi primer delito fue robarle los últimos cien australes a mi papá, comprar la lámina en secreto y dejar en lugar de los cien los cincuenta australes del vuelto. Hasta ese momento era una ladrona poco avara, solo quería, me urgía comprar la lámina. Mi papá no recordaba si el billete que le quedaba era de cien o cincuenta así que no tuve problema con eso. Una vez que pasó la duda de mi papá….Y la puta que los parió!!! Alguien me habla…me veo tentada a leer lo que quiere decirme….no sé quien es porque no reconozco el nick…en fin leo: es el “fantasma alado” de San Luís que me pone la cara de Homero Simpson babeándose por la palabra “pcilocibina”, pero no respondo, estoy ausente…eso sí…el icono gestual lo agrego a mi lista.Bueno es hora de una película en casa…supongo que voy a estar dos horas mirándola…y sepa uno cuando voy a seguir contando. Espero que pronto, pero la próxima voy a tratar de que sea cuando no haya nadie en casa y sin conectarme a la net. Antes de irme le respondo al fantasma: “JAJA AHÍ TE DEJO LA COMPOSICIÓN”. A lo que me responde que ya la tiene. Me desconecto dejando un “que descanses”.
Once meses después retomo esto que relato. No estoy conectada al Chat, ni hay nada que me distraiga, pero parece que perdí la inspiración….No sé como retomar la historia. Esto me frustra puesto que es algo verídico. Me convertí en ladrona a los seis años. Robé 50 australes, sí. Nada se podría decir. Pero el acto estaba cometido. Robo y a un padre. Violé dos mandamientos: No honré a mi padre y robé. Ahora tengo veintinueve y soy maestra. El viernes pasado me robé una tiza, fue sin querer, me la traje en el bolsillo del guardapolvo. Nunca volví a tener la necesidad de robar desde esa vez. Ningún tipo de nada que me inste a delinquir. Sí violé otro de los mandamientos o pecados capitales o como sea que se los llame: “no matarás”. Estaba en una esquina esperando el bus. Era de noche y hacía frío. Siempre desconfié de la noche, aunque paradójicamente la noche me protegía de las miradas de la gente. El venía caminando sigilosamente hacía la parada de bus. No éramos más que el, su perro y yo. Cada vez estaban más cerca y yo, con las manos en mis bolsillos, me preparaba a recibirlo. En mi bolsillo derecho tenía el gas pimienta, en el izquierdo, un calibre treinta y ocho que conseguí con un contacto de “Villa Mara” (es alguien bastante conocido). Bueno, no nos vayamos por la tangente. El enemigo estaba cerca, a tres metros casi. Se veía joven, vestía lentes oscuros y andaba con un perro de esos poco amistosos que ya me venía ladrando desde que me divisó. Una vez lo suficientemente cerca, el enemigo amaga a sacarse los anteojos de sol y en ese mismo instante rocié con el gas su vista y la del perro, el cual huyo chillando y como laucha por tirante. El enemigo se llevo las manos al rostro y cayo en el límite del cordón y el asfalto gritando desesperadamente:

- ¡No veo, no veo!
- ¡Ah, hijo de una gran perra! Eso te pasa por hacer lo que no debes- le decía mientras veía como se revolcaba y repetía que no veía. Lo observé y noté que se llevo la mano derecha al bolsillo de su campera. Yo, sin más que actuar, le saqué el seguro a mi treinta y ocho y le disparé directo a la cabeza. El enemigo alcanzó a sacar su arma del bolsillo, pero no pudo usarla. Cuando estoy por huir del lugar, pues no confiada en quedar impune por ser defensa propia, me doy media vuelta para robarle su arma. Me agacho ante el muerto y veo que en su mano hay una especie de credencial. No había arma alguna. La credencial era de discapacidad. Era ciego. Supongo que quería hacerme alguna pregunta tipo como si la parada de colectivo era la correcta. Estaba yo, pudo haber sido la correcta, pero no el momento propicio. Y bueno, así fue la cosa. La gente está muy paranoica hoy día. Yo no iba a ser la excepción. Me voy a chatear con extraños, me gusta contarles esta historia. Es una buena forma de confesarme sin ir a la iglesia. Y a muchos les gusta escucharla o leerla. Lo extraño es que nadie me haya encontrado aún. En fin, después de confesarme me voy a ir a dormir. Mañana me espera un día agitado en la escuela, tengo que impartir una clase sobre los derechos humanos a los nenes de 3º A. Estos nenes van a ser el futuro y necesitan de un buen predicador para formarse como ciudadanos. De esos predicadores que no practican lo que predican.

HASTA ACÁ.

miércoles, 30 de junio de 2010

Entro, salgo, me quedo? Me salgo! Salí?


"Entrada" Término de concepto general. Término para nada polisémico. Término con tantos tipos de "términos" precisamente. Una Entrada? Un ticket, un pase? Pase? Una entrada? No, no un pase...un "pase" es vulgarmente lo que entra o un "come in". Entrada de audio, entrada a un recital, entrada de una casa, entrada en un blog. Entrada... Hay cientos de entradas diferentes. Incluso si lo reduzco a sólo "entrada a una casa" habría miles diferentes. Hay muchas entradas. No veo la Salida en ninguna de estas. "Me salgo". Realmente salí cuando digo esto una vez que entré? Mi puerto de entrada (ninguno de mi ordenador),hablo de "mi cable a tierra"...Tiene este Salida? Mi estructura mental pone una y otra vez "otro ladrillo en la pared", aunque debería decir otra parte de la estructura. Entro, siempre entro; no obstante, no sé si realmente he salido. Salí de muchos aeropuertos... Salí físicamente, pero mi mente me remonta al momento de la salida y al momento de la entrada. Salir de estas lineas (literalmente lineas de palabras) o salir de ciertos patrones de entrada? No sé salir cuando entro. Las entradas son engañosas más nunca imprescindibles. Tenés que entrar para salir, tenés que ser cruel para ser amable. La entradas son codependientes de las salidas. Una vez que dé "enter" a "PUBLICAR ESTA ENTRADA" va a ver otra salida que me preocupe... Porque la mera verdad es que uno siempre quiere salir, a pesar de estar firme a quedarse dónde sea que haya entrado, uno siempre quiere salir sin importar la tenacidad de las convicciones...Uno siempre quiere salir, pero para ello hay que entrar. Yo quiero salir ahora, desearía incluso, quizás mucho de ustedes también, no haber deseado entrar; de hecho, había decidido no hacerlo. Pero le dí entrada a tanto ya que no quería preguntarme porqué no si no lo hacía. Enter... no veo el "exit" en el teclado, pero siempre hay un "escape". Muchas veces ese escape es la misma entrada. Mantengan los sentidos alertas y simultaneamente aletargados! Mantengan los sentidos antes, mientras y después de entrar. Mantenganse indecisos de haber salido.Yo no quería entrar y ahora, a pesar de saber que quiero salir, no creo poder realmente hacerlo...o quizás sí y no puedo o no quiero...o ambas razones o ninguna. Me quedo con ambas razones, pero dudo de dónde entré. Solo sé que es otra entrada. Las Puertas que se abren siempre se cierran... Hay que ver si hay una salida? O podemos simplemente checkear si se puede salir por la entrada? Todo depende de todo. En este caso depende de a lo que en realidad me refiero. Pero no sé a qué me refiero, ya olvidé a qué entré de tanto pensar en salir.